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Introducción

 

Si la limpieza étnica constituye en la actualidad un objetivo político perseguido desde ciertas instancias oficiales en países democráticos como EE.UU., o que es apoyada por determinados grupos extremistas—tal y como sucede con los demofascistas españoles de la Revolución Integral (RI)—,[1] no es menos cierto que algo así sólo puede llevarse a cabo a través de la violencia y todo tipo de coacciones. De este modo, la guerra racial se convierte en un instrumento necesario e inevitable para consumar la expulsión de la población inmigrante.

 

La guerra racial es un concepto de larga data que ha estado presente en diferentes discursos políticos de extrema derecha, particularmente en Norteamérica. En aquel continente, los grupos supremacistas blancos han desarrollado sus propias teorías segregacionistas basadas en la identidad racial como artefacto político para dividir, polarizar y enfrentar a la sociedad. Así, en torno a la identidad racial han articulado una narrativa política que enfrenta la identidad de los blancos frente a la identidad de los restantes grupos raciales, al mismo tiempo que las identidades de estos últimos son presentadas como una amenaza existencial. Los Diarios de Turner, escrita por William Luther Pierce bajo el pseudónimo de Andrew Macdonald, son un claro ejemplo de esto, en donde se describe una guerra racial en la que nacionalistas blancos exterminan al resto de la población no blanca y a los judíos. Esta novela de culto en medios neonazis americanos, y también en otros lugares del mundo, ha servido de inspiración ideológica para canalizar la idea de guerra racial como instrumento para garantizar la supervivencia de la población blanca frente al genocidio al que supuestamente está siendo sometida, todo ello según las teorías de la conspiración de estos extremistas y que los demofascistas españoles comparten.[2]

 

La guerra racial ha articulado el mensaje político y las acciones de diferentes grupos nacionalistas blancos como National Alliance, dirigida por Pierce, pero también Aryan Freedom Network, Aryan Nations, o Atomwaffen Divsion, entre otras organizaciones y grupos. La guerra racial significa la eliminación de los individuos pertenecientes a otros grupos raciales distintos de los blancos y la formación de una comunidad política racialmente homogénea, compuesta exclusivamente por población blanca. En otros casos, se habla de la expulsión de la población no blanca, como sucede con los inmigrantes. Esto último es habitual en algunas zonas de Europa en las que han emergido figuras intelectuales y grupos políticos que abogan por este tipo de medidas, tal y como sucede con Renaud Camus en Francia, Alternativa para Alemania (AfD), o los demofascistas de la RI en el Estado español. Lo que a une a todos estos grupos es no sólo la creencia de que hay un genocidio blanco[3] en curso para destruir a los pueblos blancos—AfD no tiene una posición oficial respecto a esto, pero algunos de sus miembros comparten esta teoría conspiracionista—en la que los restantes pueblos son utilizados para, a través del mestizaje y la asimilación, diluir a la población blanca en un marasmo multirracial.

 

La expulsión masiva de inmigrantes y la consiguiente limpieza étnica exige, como se ha dicho, medidas coactivas contundentes, lo que conduce a la exaltación de la violencia contra los extranjeros, tal y como los demofascistas españoles expresan en sus textos. Esto queda reflejado en el panfleto titulado “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, redactado por el jefe y máximo referente ideológico de la RI. La estrategia de esta secta conspiracionista consiste en crear el mayor ruido posible y azuzar el odio hacia los inmigrantes en la sociedad para desatar una violencia a gran escala que conduzca a su deportación masiva. Este planteamiento que, además, está ligado al establecimiento de su particular tiranía política,[4] se ha radicalizado en los últimos años tras los estallidos de violencia contra extranjeros en Irlanda y el Reino Unido, lo que a ojos de los demofascistas avala su estrategia en su camino hacia la constitución de una comunidad política homogénea que garantice la pervivencia de los genes blancos europeos.

 

Así pues, lo que a continuación sigue es una disección de su mensaje político en relación con la guerra racial que propugnan a través de la exaltación de la violencia. En lo que a esto se refiere, los demofascistas pretenden reproducir en el Estado español el mismo clima de agitación y disturbios que se desató en Irlanda y en el Reino Unido en 2023 y 2024 respectivamente, lo que serviría de antesala para la consecución de sus objetivos políticos. Junto con el alarmismo generado por la llegada de inmigrantes por vías irregulares desde el norte de África a las costas de las Islas Canarias y el sur de Andalucía, así como las entradas clandestinas en Ceuta y Melilla, los demofascistas intentan por todos los medios capitalizar políticamente esta situación y la consecuente alarma social. Para esto, tratan de azuzar el rechazo, la crispación y el odio hacia las personas inmigrantes, y sobre todo legitimar las acciones violentas contra este colectivo que, desde su punto de vista, debe ser deportado. No sólo utilizan las teorías de la conspiración, como el gran reemplazo y el genocidio blanco, sino que también recurren a la demagogia y a la desinformación, tal y como se ha observado en los casos irlandés y británico, donde la manipulación de las emociones de la población ante hechos inauditos sirvió para desatar el caos y la violencia.

 

La guerra racial

 

En primer lugar, es necesario resaltar que el demofascismo presenta aspectos verdaderamente inquietantes. El primero de estos es el uso de la violencia y su legitimación para la consecución de sus objetivos políticos. Así, la violencia es presentada como legítima cuando no sólo se dirige contra las instituciones, sino también contra la población inmigrante y aquellos que les apoyan en la sociedad, ya sea a través de la palabra o por medio de acciones. Su discurso está claramente dirigido a envenenar la vida colectiva para generar conflictos y choques violentos entre la población inmigrante y la población local con el propósito de capitalizarlos políticamente en su beneficio. Esto se infiere de las medidas que plantean para abordar el fenómeno de la inmigración, además de la superioridad que atribuyen a los europeos frente a los inmigrantes, especialmente frente a los de origen africano.

 

Así pues, en la medida en que los demofascistas pretenden expulsar de Europa a todos los inmigrantes, y que estos no merecen ningún respeto por parte de los europeos blancos al ser juzgados negativamente y constituir una amenaza para su existencia—recuérdese la siguiente afirmación de los demofascistas: “Es obvio que los llegados a Canarias y a otros destinos europeos (…) han venido a Europa en pos del consumo, el dinero y el filibusterismo. Eso dice muy poco en su favor, pudiéndose afirmar que no son lo mejor de cada país. (…) Así pues, ¿qué respeto se merecen?”[5]—la guerra racial constituye un instrumento válido para el logro de sus objetivos.

 

Desde el punto de vista de los demofascistas españoles, la violencia debe dirigirse, entonces, contra las instituciones establecidas, contra los que se opongan al logro de sus objetivos y, naturalmente, contra la población inmigrante. El mensaje del discurso demofascista es que la guerra racial viene a ser una necesidad para poner fin al genocidio que las élites están implementando contra los europeos blancos. Esto les lleva a afirmar que los actos vandálicos que ocurrieron en Dublín a finales de noviembre de 2023 son el camino a seguir. “Con once coches de policía incendiados, residencias de emigrantes en llamas, buena parte de las calles de la ciudad ardiendo y cerca de un centenar de detenidos, Dublín marca el camino”.[6] Lo acontecido en Dublín “es el comienzo de la batalla en las calles de las ciudades y pueblos de Europa por su continuidad étnica, cultural y lingüística, así como por su supervivencia física”.[7]

 

Tal y como se desprende de las afirmaciones anteriores, los demofascistas establecen una relación directa y necesaria entre sus objetivos políticos—la continuidad étnica, cultural y lingüística de los europeos blancos o, dicho de otra manera equivalente, la continuidad genética de los europeos frente al genocidio al que son sometidos a través de la destrucción de la natalidad, la inmigración y el mestizaje—y el uso de la violencia como medio legítimo para su consecución, algo que, como rápidamente puede deducirse debido a la dimensión que tendría un proceso de expulsión masiva de inmigrantes en suelo europeo, conduciría a una guerra racial.

 

La línea de acción que los demofascistas se plantean seguir es “tirarse a la calle con el máximo de energía (hemos de ser combatientes, no manifestantes) en cuanto los musulmanes fascistas perpetren un nuevo crimen, o cuando haya traídas masivas de emigrantes, etc.”[8] De este modo, los demofascistas proponen utilizar acontecimientos como los que indujeron los actos vandálicos de Dublín para llevar a cabo acciones similares contra inmigrantes, musulmanes y otras personas que sean consideradas colaboradoras del genocidio blanco. “Tomar como ejemplo a seguir el gran alzamiento en pro de la continuidad de las etnias europeos realizado por el pueblo de Dublín en noviembre de 2023, saliendo a la calle a combatir y pelear, cuando algún europeo sea asesinado por musulmanes fascistas, en el caso de avalanchas fuerte de emigrantes, cuando algún gran canalla institucional defienda en público el acto genocida migratorio, etc.”[9] Así, se anima a “constituir por todas partes grupos de autodefensa, para la supervivencia de las etnias y los pueblos de Europa”.[10]

 

La narrativa demofascista no puede ser más clara y explícita. La dialéctica que utilizan no se diferencia en nada sustancial de la que emplean las milicias supremacistas blancas en Norteamérica. Tal es así, que plantean abiertamente formar grupos de autodefensa, lo que fácilmente puede entenderse como grupos armados imbuidos de la ideología demofascista y con un claro propósito, es decir, utilizar la violencia contra sus opositores, fundamentalmente inmigrantes, pero también contra todos aquellos que no compartan el ideario demofascista, o que simplemente colaboren de algún modo con los inmigrantes. Se trata de un llamamiento a la violencia sin mayores disimulos. La defensa de los genes de los europeos blancos lo justifica, pues se trata de una lucha a vida o muerte, donde la supervivencia de toda una comunidad étnica está en juego. Hay que recordarlo una vez más: “Esos genes [de los europeos blancos] han de permanecer, no desaparecer”.[11] Nótese la forma imperativa de tal aserción y únase a la dialéctica violenta que hace de situaciones como los disturbios en Irlanda y el Reino Unido el camino a seguir en la acción política. El resultado es muy obvio: la guerra racial. Es más, la guerra racial está indisociablemente unida a su proyecto de revolución europea, de tal modo que forma parte del mismo proceso de transformación violenta dirigido a imponer su propio modelo de sociedad basado en la homogeneidad racial. Se trata, en definitiva, de la consecuencia lógica de identificar el “demos” con un “etnos” que se considera que está amenazado de muerte, y que la urgencia de la situación exige medidas drásticas como el uso masivo de la violencia en acciones abiertamente ofensivas contra quienes son considerados enemigos.

 

Naturalmente, para justificar la violencia contra los inmigrantes se recurre a la demagogia, a las teorías de la conspiración y a la mentira envuelta en propaganda política embrutecedora, todo lo cual refleja la inmundicia moral en la que habitan los demofascistas. Un claro ejemplo de la mala fe de los demofascistas es el haber ligado el incidente inductor de la violencia en el Reino Unido, protagonizado por un joven británico de origen ruandés, con un ataque islamista, haciéndose eco de las mentiras vertidas en los medios por los neonazis británicos con el ánimo de crear crispación y capitalizar políticamente el malestar de la población.[12] En este sentido, los demofascistas sugirieron que se trataba de un musulmán quien perpetró los asesinatos de Southport: “Todo empezó cuando un hijo de emigrantes, probablemente musulmán, de raza negra, acuchilló a un grupo de niños y niñas blancos (…)”.[13] Lo cierto es que el asesino, Axel Rudakubana, procede de una familia cristiana,[14] y no hubo una motivación ideológica en su acción ni se detectó ningún vínculo islamista, de forma que los asesinatos parecen responder a los problemas psicológicos que padece.

 

Si la lectura que los demofascistas hacen de los asesinatos en el Reino Unido que desataron la oleada de violencia del verano de 2024 se alinea con la versión de lo ocurrido dada por los neonazis británicos que las protagonizaron, lo mismo sucede con la violencia utilizada contra los inmigrantes. La posición de los demofascistas es, también, de apoyo a la oleada los ataques violentos que se produjeron en el Reino Unido a partir de finales de julio y principios de agosto. Estos ataques se dirigieron contra despachos de abogados, ONG’s, mezquitas, hoteles que hospedan a refugiados, tiendas de extranjeros, ataques contra personas de origen africano y asiático, domicilios de inmigrantes y asesorías que atienden a inmigrantes y solicitantes de asilo.[15] Al fin y al cabo, los demofascistas, al igual que los neonazis, culpan a los inmigrantes y a quienes les apoyan de ser los responsables del genocidio blanco junto a las élites globalistas. Y su discurso no puede ser más incendiario al hacer un llamamiento abierto al uso de la violencia contra estos colectivos, algo que en modo alguno encaja en la libertad de expresión.

 

Lo anterior se agrava con el hecho de que los demofascistas plantean abiertamente elaborar listas negras con los nombres de aquellas personas que consideran sus enemigos ideológicos para hacer ajustes de cuentas. “Por eso conviene confeccionar una relación de racistas exterminacionistas activos en los territorios sometidos al Estado español, para investigarlos uno a uno, sean personas o grupos, con el fin de publicar los resultados, para que sean las clases populares las que se encarguen de hacer frente a sus verdugos”.[16] Se trata de una declaración preocupante, pues significa que los demofascistas están elaborando listas negras con los nombres de quienes consideran sus enemigos—los llamados “racistas antiblancos” a los que responsabilizan del genocidio blanco—con la finalidad de emprender acciones hostiles contra ellos, lo que en el contexto de un discurso político que exalta la violencia contra los inmigrantes y quienes les prestan algún tipo de apoyo da a entender que es un llamamiento a ejecutar linchamientos.

 

La estrategia de los demofascistas es torpe y chapucera, pero absolutamente brutal y despiadada. Utilizan la propaganda conspiracionista, la demagogia y los instintos más bajos de la población en contextos de gran vulnerabilidad—como los dramáticos asesinatos que ocurrieron en Irlanda y Reino Unido y que conmocionaron a la opinión pública—para presentar a los inmigrantes como un problema, y especialmente como una amenaza existencial. De esta forma, se persigue crear un clima hostil hacia la población inmigrante entre la población local. Por tanto, se establece un escenario de urgencia que exige medidas rápidas y contundentes para eliminar una amenaza que pone en peligro la supervivencia de los europeos blancos. Todo esto es aderezado con acusaciones verdaderamente graves que buscan instigar el odio y la violencia contra los inmigrantes, y al mismo tiempo reafirmar su ideario conspiracionista del genocidio blanco y justificar la limpieza étnica en Europa. Un claro ejemplo es este: “A las mujeres europeas se las fuerza y obliga a cooperar en el “mestizaje” de Europa, esto es, a tener sexo con emigrantes (…)”.[17] Mientras que en otra parte afirman que a las mujeres se les “(…) manipula y presiona de muchas maneras, para que tengan relaciones íntimas con emigrantes, a fin de realizar en la práctica la teoría racista y exterminacionista del mestizaje. Ello se convierte, a fin de cuentas, en un llamamiento a los inmigrantes a que violen a las mujeres europeas (…)”.[18] Este mensaje es en esencia el mismo que el del supremacista blanco y neonazi estadounidense David Eden Lane, quien también afirmaba la existencia de un mestizaje forzoso para exterminar a los blancos, cuestión que es recogida en sus “88 preceptos”.[19]

 

Junto a la denigración y demonización de los inmigrantes para generar un clima hostil hacia ellos, la estrategia demofascista se dirige a aislarlos de la sociedad mediante la ruptura de los vínculos que les unen a esta. Esto significa atacar a aquellas personas y grupos que de alguna manera se consideran aliados de los inmigrantes, o que les prestan algún tipo de colaboración, pues son cómplices del genocidio blanco. Por esta razón, los demofascistas proponen “Elaborar un Registro de Racistas Antiblancos, Genocidas y Neonegreros que se actualice periódicamente, en el que figuren los agentes, personas e instituciones, del capitalismo-Estados que se requiere sean señalados y denunciados. Responder con el máximo de contundencia a estos canallas, en caso de que vuelvan a las andadas”.[20] A tenor del tipo de discurso que caracteriza a los demofascistas, cabe concluir que esos registros serían una suerte de lista negra con sus enemigos para utilizar la violencia contra ellos, o amenazarles para obligarles a hacer lo que los demofascistas quieran. De esta forma, los demofascistas podrían desplegar toda una campaña de terror contra cualquier opositor o disidente, lo que a la postre se extendería al conjunto de la sociedad como sucede con todos los movimientos totalitarios.

 

Lo anterior lo confirma el hecho de que los demofascistas insistan en las amenazas y coacciones que recoge su discurso político al pedir responsabilidades a quienes consideran sus enemigos y, en general, todos quienes discrepen de sus postulados ideológicos. “Crear un Registro de Racistas Antiblancos, Neonegreros y Genocidas en Euskal Herria, así como en el resto de la península Ibérica y Europa, en el que incluir a quienes defienden y preconizan el genocidio vasco y europeo so capa de “luchar contra el racismo”. (…) Se debe exigir a los que estén en tal Registro, personas o colectivos, responsabilidades políticas, morales y jurídicas, éstas últimas por apología del genocidio”.[21] La idea del genocidio blanco siempre sobrevuela este tipo de amenazas más o menos explícitas, y sirve como coartada justificadora de su violencia y prácticas totalitarias dirigidas a aterrorizar a sus detractores y a la sociedad en general. En la medida en que consideran que están exterminando a los blancos europeos, es legítimo utilizar la violencia y las amenazas contra quienes consideran sus responsables. Asimismo, los demofascistas dejan bien claro que tienen la intención de perseguir y criminalizar aquellas opiniones y puntos de vista que consideran una apología del genocidio, lo que es un ataque muy grave a la libertad de expresión y demuestra la naturaleza liberticida de esta secta de fanáticos. En cualquier caso, huelga decir que su discurso, al constituir un llamamiento al uso de la violencia contra sus detractores, no cabe dentro de la libertad de expresión.

 

Lo que bien puede considerarse como la prueba del algodón que demuestra fehacientemente que los demofascistas buscan la guerra racial, y que esta constituye un instrumento necesario para la consecución de sus objetivos, es su llamamiento para iniciar una insurrección que ponga fin al genocidio contra los europeos blancos. “Si no hay una insurrección popular contra este genocidio y contra quienes la alientan y justifican, en unos pocos decenios ya no podrá construirse la Europa de los pueblos porque no quedará ningún pueblo en Europa…”.[22] Las implicaciones de todo esto saltan a la vista, pero lo que es aún más evidente es que los inmigrantes serían en última instancia los principales objetivos de su violencia: “Las economías occidentales no pueden ni quieren prescindir de la emigración, puesto que en ella se sustenta el modo capitalista de producción hoy en Occidente. Aquélla, con un gobierno u otro, seguirá llegando exactamente igual, salvo si la insurrección general de los pueblos la detiene”.[23] La forma de detener el flujo de migrantes hacia un lugar determinado es creando un clima hostil y de violencia contra estos, de manera que los que ya están establecidos sean deportados, al mismo tiempo que se desincentiva drásticamente potenciales nuevas llegadas de inmigrantes. En la medida en que no hay inmigración sin una cobertura local, los demofascistas hacen extensible la violencia contra quienes presten apoyo a los inmigrantes. El objetivo es, con este tipo de medida, aislar a los inmigrantes del resto de la sociedad para crear una atmósfera irrespirable que les fuerce a huir por miedo a su supervivencia, al mismo tiempo que se azuza un clima de hostilidad hacia ellos en la sociedad.

 

Conclusión

 

La guerra racial es un elemento central en la narrativa demofascista al ser un instrumento necesario para la consecución de sus objetivos políticos, los cuales pasan por una limpieza étnica en el continente europeo y la imposición de su modelo de sociedad racialmente homogénea. De hecho, la idea de revolución presente en el discurso ideológico de los demofascistas está indisociablemente unida a la guerra racial que pretenden lanzar contra los inmigrantes y quienes consideran sus colaboradores. Todo esto se inscribe, asimismo, en el marco de la teoría de la conspiración del genocidio blanco, un proceso más o menos silencioso en el que las élites utilizan la inmigración para destruir a los europeos blancos, para lo que se valen de diferentes instrumentos como, por ejemplo, el mestizaje forzoso.

 

Los demofascistas necesitan recurrir de un modo sistemático a las teorías de la conspiración para justificar sus llamamientos a la insurrección que desencadene la guerra racial que ansían. El genocidio blanco y el gran reemplazo juegan un papel crucial para justificar la violencia contra inmigrantes. Así, tanto la justificación ideológica que utilizan para legitimar su violencia en defensa de los genes europeos blancos, como la guerra racial en sí misma, presentan una clara coincidencia con los discursos de individualidades y organizaciones neonazis, tanto en Norteamérica como en Europa. En este sentido, los demofascistas de la RI se inscriben en el marco de una estrategia común con el gran movimiento reaccionario internacional que ha reemergido en los últimos años en Norteamérica y en Europa.

 

Además de todo lo anterior, los demofascistas no sólo demuestran que sus intenciones son hostiles hacia los inmigrantes, sino que también lo son hacia todos aquellos que considera que son colaboradores necesarios del genocidio blanco. Esto incluye a sus detractores políticos, para lo que hacen llamamientos a la creación de listas negras que posiblemente ya estén siendo confeccionadas por los propios demofascistas. Sin duda, se trata de algo sumamente inquietante para todos cuantos no compartimos el aborrecible proyecto político demofascista, y que nos oponemos a la alianza internacional de reaccionarios que persigue la limpieza étnica y la destrucción de la convivencia. Todo esto hace necesario estar en guardia frente a estos grupos de fanáticos que ya han dado muestras suficientes del alcance de sus intenciones y proyectos, especialmente al haber hecho públicos sus planes y tácticas para realizarlos. Suele decirse que quien avisa no es traidor. Los demofascistas ya nos han avisado, ahora es el momento de prepararse y tomar las precauciones necesarias para evitar sorpresas desagradables.

 

[1] Demofascismo y limpieza étnica

[2] Demofascismo y conspiracionismo

[3] Esta teoría de la conspiración tiene su origen en el libro de Madison Grant titulado The Passing of the Great Race publicado en 1916, el cual sirvió de base para que los nazis desarrollasen esta teoría en la que se culpa a los judíos de buscar el exterminio de los pueblos blancos. Kühl, Stefan, The Nazi Connection: Eugenics, American Racism, and German National Socialism, Nueva York, Oxford University Press, 2002, p. 85.

[4] Demofascismo

[5] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, pp. 87-88.

[6] Ibidem, p. 93.

[7] Ibidem, p. 93.

[8] Ibidem, p. 93.

[9] Ibidem, p. 98.

[10] Ibidem, p. 95.

[11] Ibidem, p. 89.

[12] Sandford, Daniel, Gemma Sherlock y Tom Mullen, “Teen, 17, accused of Southport murders named”, BBC, 1 de agosto de 2024. Watling, Tom, “Fact checked: The false far-right claims that sparked riots in Southport and across UK”, Independent, 3 de agosto de 2024.

[13] Rodrigo Mora, Félix, “Inglaterra en llamas. Contra el racismo antiblanco y el fascismo musulmán”. 18 de agosto de 2024.

[14] de Miguel, Rafa, “El acusado de matar a tres niñas este verano en el Reino Unido tenía un manual de Al Qaeda”, 29 de octubre de 2024. Es importante recordar que los cristianos constituyen el 93% de la población en Ruanda, mientras que la población musulmana representa el 2%.

[15] Rodrigo Mora, Félix, “Inglaterra en llamas. Contra el racismo antiblanco y el fascismo musulmán”. 18 de agosto de 2024. White, Nadine, “Street beatings, stabbing and mosques under siege: the horrifying racist attacks carried out by far-right mobs”, Independent, 5 de agosto de 2024. Sierra, María, “Extremistas ingleses extienden su campaña de violencia a abogados y agencias de inmigrantes”, El Mundo, 7 de agosto de 2024.

[16] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 37.

[17] Idem, Manual de la Revolución Integral, p. 132.

[18] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 98.

[19] Lane, David E., “88 Precepts”, en Lane, Katja (Ed.), Damned & Defiant: The Revolutionary Writings of David Lane, St. Maries, 14 Word Press, 1999, pp. 84-100. Balleck, Barry J., Hate Groups and Extremist Organizations in America: An Encyclopedia, Santa Barbara, ABC-CLIO, 2019, pp. 336-337.

[20] Rodrigo Mora, Félix, “No a la emigración en Euskal Herria y en toda Europa”, p. 91.

[21] Ibidem, p. 97.

[22] Ibidem, p. 56.

[23] Ibidem, p. 56.